¡Señor... que pueda ver!
Somos ciegos porque no vemos a Dios. Buscamos constantemente nuevas
pruebas y exigimos más y más signos. Y, sin embargo, Dios está ahí, en las
estrellas y en el agua que acaricia; en el beso de la madre, en la sonrisa del
niño; en el servicio generoso y en el pobre indefenso; en la salud gratificante
y en la enfermedad que crucifica; en toda alegría y en todo dolor; en todo
abrazo y en todo amor. Dios está aquí, como presencia envolvente y como realidad
íntima, acariciándome. Dios está aquí; hasta lo podría sentir y respirar...
Pero estoy ciego.
Todo lo necesario para celebrar esta Oración, lo puedes descargar desde los siguientes enlaces:
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